Caballos fantasma, desposeídos, cuentos eróticos, arengas comunistas, naranjas mecánicas, relatos futboleros, sátira en formato de microcuentos, sociedades en colapso y tratados sobre canibalismo se abren paso en nuestras lecturas de noviembre.
Caballo fantasma; Karina Sosa Castañeda
Qué se dice y qué no. Las ausencias. Los fantasmas. Buscar, a través de alguien (o algo más), algo (o a alguien) que está ausente. Trabajas con las memorias fragmentadas de alguien más, con los registros bibliotecarios, con la distancia, con el desapego, con el interés. La búsqueda de una madre que se fue pronto, casi apenas llegaste al mundo te quedaste en el mundo de tu padre. Andar entre fantasmas y memorias. Andar. Buscar. Sentir que algo no está pero que, sin embargo, no hace falta. La ficción, la comprensión y el encuentro a través del lenguaje, la palabra, la literatura. De Onetti a Calvino; de Carrington a Lispector. De [esos] autores a Karina Sosa, a su escritura, a su primera novela. Una novela que al cerrarse permanece dentro de uno, se queda clavada en la memoria [de las cosas (una búsqueda interminable)]. Caballo fantasma (Almadía) es un libro que no para de brotar; permanece navegando a través del tiempo. Un registro que sucede a otras lecturas. Su peculiaridad, su ritmo, su construcción, su reflejo poético. Es una pieza que confronta, que contradice, que superpone; reta a la memoria, a la creencia, a los juegos, a la propia imaginación, a la imagen misma del recuerdo y los caballos. Luego, personas que siempre han sido fantasmas, espectros, seres que han muerto hace más de quinientos días. Días ausentes como espacios en blanco, [de búsqueda]. Todo, a través de una escritura transparente, natural y elaborada con un trabajo que se sostiene por fuerte y fantástico, donde todo apunta hacia una dirección inusual, nueva, distintiva. Todo es remoto. Una sombra apenas. Un caballo desbocado. ¿Qué queda cuando todo queda y no queda nada? La palabra, la reconstrucción, una historia que quedará eternamente en un sitio polvoso que estallará nuestra voz y en el que se quedará atrapada para siempre.
Los desposeídos; Ursula K. Le Guin
Existe un planeta, Anarres, donde no hay nada que pueda ser poseído: ni casas, ni cuentas en el banco, ni parcelas, ni joyas, ni hombres, ni mujeres. Todos son iguales. Nadie es rico, del mismo modo en que no hay nadie que sea más pobre. No hay Estado, ni nación, ni guerras. Sólo existe el anarquismo, la libertad y, mucho más que la monogamia, el poliamor. Es un planeta inhóspito en el que la mayoría de los animales están extintos y la vida debe ir reconstruyéndose con el trabajo comunitario de las personas que lo habitan. En el mismo universo existe otro planeta, Urras, donde todo puede ser poseído. La libertad existe para quien puede costearla y el poder es la moneda que sólo el Estado es capaz de acuñar. El propietariado, las clases sociales, la familia y el patriarcado rigen este planeta. Pero se trata, pese a lo que podría creerse, de un lugar en el que la vida y los recursos naturales abundan. Los animales aún son mascotas que pueden poseerse, el aire es limpio y cada mañana amanece con el trinar de los pájaros. Las diferencias entre ambos planetas han sido una distancia que se ha mantenido por siglos, hasta que Shevek se convierte en el primer hombre anarquista que viaja a la tierra del capitalismo salvaje, nuestra tierra. Shevek es un físico brillante que ha sido convocado por los científicos de Urras con la promesa de que será capaz de desarrollar una teoría general sobre el tiempo, una fórmula para comunicarse con el resto del universo de manera instantánea. Se trata, casi, de un nuevo lenguaje que revolucionará la vida humana para siempre. Ésta es la trama de Los desposeídos, la obra maestra de Úrsula K. Le Guin, la autora que imaginó el fin del capitalismo. A menudo Urras se presenta como nuestro presente tanto como Anarres se revela como nuestro futuro. El gran truco de Le Guin es precisamente ese: derruir y reconstruir nuestra noción de la comunidad, el individuo y el Estado, mediante una ficción que se desarrolla a miles de años luz. Todo lo que deberíamos discutir ahora, en el presente de nuestra Tierra, está allí, en un libro escrito hace 40 años.
Cuentos eróticos (Antología Comunicación y publicaciones)
El recopilatorio de Cuentos eróticos, de la editorial Comunicación y publicaciones, S. A., trae consigo grandes sorpresas. Sin caer en el detalle de lo obsceno o lo éticamente cuestionable, pone en pie a personajes vencidos por sus pasiones y envidias, por los pecados más mundanos y arcaicos. Hallamos en él desde la ilustre cuentista erótica Mercedes Abad hasta la célebre figura del Marqués de Sade, pasando siempre por tintes de humor en lo supuestamente ominoso para mentes más tradicionales o inocentes. Lo interesante de esta recopilación es la personalidad de los cuentos, que pese a ser escritos por distintos autores y autoras, permanece en su estilo propio aún y con los vastos años de diferencia en sus creaciones. No abunda el porno, sino la erótica, que, siendo fieles a la realidad, no son la misma cosa. Deliciosas son las descripciones del cuento de Mercedes Abad, el de Sade o el del grupo que formó el pseudónimo Ofèlia Dracs. Y eso que realizar una antología de relatos eróticos no es tarea fácil, según comenta el prologuista Jorge de Comingues, pues “existen dos opciones muy diferenciadas (…) el relato destinado a ser leído con una sola mano, y la pieza literaria en la que el erotismo no es, tal vez, su perfil más significativo”. En este caso, la balanza se inclinó hacia piezas literarias que, sin embargo, no dejan atrás lo erótico en un ejercicio de falsa mojigatería o inocencia.
Comunismo para todxs; Bini Adamczak
Esta «Breve historia de cómo, al final, cambiarán las cosas», publicada por Akal en el 2017 y escrita por Bini Adamczak, es una auténtica obra de arte. Desde el título, donde de manera acertada, el traductor del alemán al español, Jesús Espino Nuño, utiliza el lenguaje inclusivo, hasta el epílogo, conformado por una suerte de ensayo, en el que la autora se apoya en Adorno para tratar de elucubrar una perspectiva que nos brinda un poco de esperanza. Pero no nos adelantemos, pues desde el principio existe una necesidad por dar cuenta, tanto del concepto del comunismo, como de los argumentos que giran en torno al mercado y al trabajo. Lo interesante aquí es cómo se introducen entre líneas y acompañados de dibujos, diversos análisis que podemos rastrear ya en Los Grundrisse de Marx. Tal es el caso de la relación entre dinero y valor o el proceso de absorción del capital. Aquí todo aparece, desde Rosa Luxemburgo hasta Foucault, tirando abajo la idea de que el capitalismo es eterno. Sin duda, es un librito de teoría que muy bien puede funcionar como un cubetazo de agua fría, el cual nos despierta y nos lleva a transformar nuestra realidad.
La naranja mecánica; Anthony Burgess
Anthony Burgess escribió su distopía atemporal La naranja mecánica (1962) después de dos eventos determinantes. En primer plano, un doctor le diagnosticó por error un tumor terminal. Luego, su esposa embarazada sufrió un altercado violento con militares en las calles de Londres. Ante tales circunstancias, pensó en lo mejor que podía hacer: aprovechar el tiempo. Desarrolló la historia de Alex, un joven violento y amante de la música de Beethoven; gusta de beber leche alterada con su pandilla antes de ejercer lo que ellos llaman la “ultraviolencia”. Alex le habla al lector directamente, describiendo primero las atrocidades cometidas, como violaciones, robos y peleas con otras bandas; más adelante, narra sobre el radical y revolucionario tratamiento al que se verá sometido para “curar” su naturaleza violenta. Será en el epílogo, (ese famoso capítulo 21 que se suprimió en la primera versión publicada en Norteamérica) en donde el autor impregne de esperanza a su obra. Para Burgess, cualquier delincuente tiene la capacidad de redimirse o, como en el caso de su protagonista, de sentirse aburrido de la existencia nihilista y pasar irremediablemente a la posterior madurez. Es triste y desconcertante, pero la novela es menos conocida y valorada que la película de Kubrick, a pesar de lo diferentes que resultan en su esencia. En la narración literaria, Burgess se da el lujo de crear un dialecto “rusificado” del inglés llamado Nadsat, lo que provoca una experiencia lingüística impredecible y emocionante. Las detalladas descripciones de los actos violentos que cometen Alex y sus drugos son sólo el comienzo de un descenso a la introspección psicológica de un personaje tan enigmático como infame. El discurso de La naranja mecánica es brutalmente actual, una mezcla distópica de psicoanálisis, delincuencia juvenil, corrupción y tecnología. Al final, Burgess no perdía la fe en la naturaleza humana, a diferencia de Kubrick.
El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos; Roberto Fontanarrosa
Me perdonarán por carecer de bibliografía, pero recuerdo haber leído (¿o escuchado?) que el arte es una señal inequívoca del paso del ser humano por este planeta. Ya que estamos en espacio sin referencias, me atreveré a agregar una idea: el humor (bien hecho) es un reflejo de la inteligencia. Roberto Fontanarrosa (Rosario, Argentina; 1944-2007), famoso monero creador de personajes tales como Boogie el Aceitoso e Inodoro Pereyra, escribe y encima nos saca una sonrisa, o dos; incluso una carcajada a través de historias cargadas de cultura popular en la recopilación de textos El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos. El Negro (como se le conocía) se afianza como un gran narrador. Muestra la misma agudeza y mordacidad que en su perfil de humorista gráfico, entregándonos letras cargadas de intención y crítica. En esta compilación se puede encontrar uno de los mejores (si no el mejor) cuentos de futbol jamás escritos: “19 de diciembre de 1971”, la historia del viejo Casale es, sin duda, uno de los relatos mejores escritos en nuestra lengua. Alguien que pudo expresar “si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisión de los partidos de fútbol”, es digno del Olimpo.
Grey; Alberto Chimal
Es extremadamente complejo poder obtener elegancia y dinamismo en el campo de la sátira literaria. Los intentos no son pocos, al contrario, todos quieren ejercer su derecho a la crítica burlona y picaresca, pero muy pocos consiguen hacerlo con sagacidad y perspicacia. Es por esto que me ha sorprendido tanto la lectura de Grey, producto de la pluma docta del maravilloso escritor mexicano Alberto Chimal. En noventa páginas Chimal explota, incendia y provoca carcajadas a través de microcuentos dedicados a la caricatura religiosa literaria (precisa y sencilla en su dosificación y empleo). Entre sus líneas podemos encontrar notas irónicas sobre sectas fantásticas, escenas lúdicas sobre monjas encerradas en relicarios y transparentes relatos de profundidad filosófica contados a través de la ventana de un automóvil alucinante que observa una mente perturbada, entre otros. Chimal es atrevido, osa forzar los límites de lo correcto explicando la existencia a través de los cocos, ufanos, de una playa y con un relato, verdaderamente superior (La pasión según la sombra), que rescata aquella tradición chilanga de adaptar el calvario de Cristo. Esta historia en particular, tiene una construcción hilarante maravillosa, los diálogos resbalan entre las pupilas como mantequilla y no me permitió eludir los recuerdos sobre el filme titulado La vida de Brian (1979), del contingente de comedia inglés Monty Python. Grey, gracias a la maestría de su autor, no necesita más de 4 líneas para causar conmoción; es correctamente sacrílega al pensar en la relación general con Dios, al tomar en cuenta las inconsistencias de la fe, al dilucidar la santidad como controladora y las expresiones inhabitables de fe como armas, exhaladas por pecadores tibios, tímidos. Les recomiendo ampliamente este pedacito literario de Chimal, esta miscelánea interesante, rítmica y burlesca que persigue a la divinidad universal hasta los confines más cómicos, irreverentes y pecaminosos que se puedan imaginar. Es un deleite, como lector, ser testigo de la acción de Chimal, quien estira la cuerda del relato breve hasta el sinsentido fantástico y habla con delicadeza a través de los nombres de una pila bautismal, un pastel de bodas o un cortauñas reencarnado, hechos que me recuerdan a ratos a aquel cuento de Francisco Tario sobre un féretro emproblemado. Así se vivió, un poco de noviembre.
La pesca de la trucha en América; Richard Brautigan
A estas alturas de la vida, todos conocemos a la Generación Beat. Se los ha tratado de malhechores, pendencieros, locos, genios, buscavidas, borrachos, drogadictos, brillantes, la voz de una generación (o varias)… la lista de adjetivos es interminable. Aunque de entre todos ellos, hay uno que destaca por ser el más original. Y mira que es difícil destacar por originalidad entre todos los nombres que resaltan entre los beats. De hecho, se trata de un autor cuya influencia en la cultura pop no se descubrió hasta años después de su muerte. Si bien es cierto que consiguió publicar antes que muchos otros, nadie le reconoció el mérito hasta que los gusanos se peleaban por escapar de sus cuencas oculares. Se peleó con el sistema sanitario norteamericano que lo trató de “incurable” por su loca condición creativa (y sus accesos depresivos y esquizofrénicos). La pesca de la trucha en América habla de esta América profunda, una América confundida por la belleza de su paisaje y el encanto de su fauna. Nadie sabe a qué se debe, pero todo el mundo es consciente de que está allí por algo. Por lo que sea. Brautigan consigue lo que nadie, generar un mensaje alto y claro, completamente comprensible pero paradójicamente inexplicable. La pesca de la trucha en América conforma la columna vertebral de una sociedad perdida en un país de inmenso esplendor natural. Ríos que hablan y llevan ropajes caros, se adornan con perlas y utilizan las copas de las secuoyas de sombrero. Las flores solo se explican como sensuales ligueros que conducen a la lencería más sofisticada: arroyos cristalinos, repletos de truchas que pescar. ¿Habla este libro sobre la pesca de la trucha en América? Quizás un poco. ¿Habla sobre todo lo demás? A mí no me pregunten, no tengo ni la más remota idea de qué significa “todo lo demás”.
El sabor de un hombre; Slavenka Drakulic
En una Nueva York alterna a la de Paul Auster, Woody Allen y Spike Lee transcurre una historia de amor fatal propuesta por la periodista, narradora y ensayista croata Slavenka Drakulic. Una escritora en ciernes polaca se enamora perdidamente de un antropólogo brasileño que realiza un estudio sobre los sobrevivientes de los Andes. Entre el olor de los libros de viejo encuadernados en piel, el papel quebradizo y el polvo imperceptible de los catálogos antiguos, ocurre lo impensado: dos extraños conectan en un estado superior por culpa de un tratado de antropofagia. Así comienza a gestarse un apasionado romance entre dos personas a punto de ser engullidas por la impersonalidad de una ciudad-monstruo. El lenguaje y la cultura les es tan ajeno que se refugian en el cuerpo del otro, como mero mecanismo de supervivencia. El deseo carnal alcanza cuotas insospechadas ante la ruptura inminente. Es entonces que Tereza, la protagonista de la historia, decide actuar en consecuencia: buscar la unión absoluta con José, prolongar su vida en común. Desesperada, recurre a un ritual de apropiación poco ortodoxo: el canibalismo. Para ella, la muerte y el asesinato de José «era tan solo un elemento necesario, un escalón inevitable hacia la consecución de la unión, el medio, pero no el fin». De modo que El sabor de un hombre puede ser interpretada como una novela erótica, un estudio sociológico sobre la extranjería, un postulado sobre canibalismo amoroso o un thriller criminal. Cualquier aproximación es tan válida como inquietante.