Caminé diez minutos hacia el metro, sin un alma alrededor y con las calles medianamente iluminadas. Qué suerte, al menos aquí sí hay luz. En Tepito nomás hay de dos: estar a las vivas o estar a las vivas.


Caminé diez minutos hacia el metro, sin un alma alrededor y con las calles medianamente iluminadas. Qué suerte, al menos aquí sí hay luz. En Tepito nomás hay de dos: estar a las vivas o estar a las vivas.

4:27, abro la ventana y prendo un cigarrillo, el olor se parece más a un cartucho recién cortado y utilizado. Esta vida ya se trata de supervivencia y no de vivir.

Se te nota el terror, sabes que ese conocido sigue mirando escondido.

Hoy soy fuego y vida, hoy soy mar y furia, hoy soy calma y desdicha, hoy soy libre, sin tapujos y sin etiquetas.

Falta esa chispa, esa sutil minucia que haga estallar el mundo en pedazos. Una grieta en la corteza terrestre que se trague a todos los predicadores de esta realidad. La nuestra. La esclavitud no es un oficio, por mucho que esté aceptado por el Consejo Regulador de turno.

Te digo poco y te pienso mucho; cuando este mundo pisaste y dejaste.

Hay dos posiciones aparentemente irreconciliables entre la ensoñación romántica de Gil y el seco pragmatismo de su prometida Inez, pero no lo son tanto.

Te hablan de él a menudo, pero para ti, es como la primera vez. Tus recuerdos te parecen de otras vidas, quizás no son tuyos. Ya no lo sabes.

Don Gregorio lleva en la mano derecha un papel arrugado escrito de su puño y letra. Mira de lado y se persigna justo enfrente en la Iglesia de Santiago Apóstol, en el centro del pueblo.

Por: Luna Medina Demarco Nadie quiere estar lejos mío, tenerme lejos, pero pocxs se bancan estar a mi lado.

¿Cómo algo tan aparentemente escueto –y hasta ordinario, alcanzando lo nimio– puede cuantificar al ineludible titán Cronos, aprisionándole como el Tártaro alguna vez lo había hecho, de donde nunca pudo escapar, como tampoco escapó A. Ruthar Elbiar?

Mientras conduce, asimila la imagen del caballo agonizante a la muerte de un ser mitológico, de algo que participa de la esencia divina. Tal vez es la misma percepción que los indígenas de las regiones árticas podían tener del reno.

No hay motivo específico para convertirse en carterista. William S. Burroughs robó carteras durante su adicción al caballo, aunque no creo que el mamón que ha asaltado el camión del trabajo se vaya a convertir en un hito literario.

Creía que el miedo a la muerte era el sentimiento más primitivo que había experimentado, pero sin duda el pavor a la desaparición era mucho peor.

Cada saludo es recuerdo de esa incógnita permanente, del café jamás servido, de la cita no sostenida.

Lo que la escritora Clarissa Pinkola Estés menciona como salvaje femenino no es más que la divinidad femenina, ese lado de la mujer que ha sido hecho a un lado, ridiculizado o incluso perseguido.

No me falta nada, me sobras tú.

Siempre, a pesar de todo, encuentro la manera de sobrevivirme.

Porque te apiades de esta persona que te ama como nadie te amará en tu vida.

Cuanto más las pienso, más se clavan, y si las dejo volar por mi cuarto como partículas, me siento huérfana de palabras.