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Cine

Especial de películas nominadas a los premios Oscar

El Oscar, como todos los premios, ni legitima ni envilece, pero no podíamos dejar pasar una oportunidad como esta para conversar sobre varias de las mejores cintas de los últimos meses.

Licorice Pizza; Paul Thomas Anderson
Nominada a Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original

Hay algo mágico en el cine de Paul Thomas Anderson, uno de los maestros modernos del cine estadounidense. El uso del travelling, la pulcritud del encuadre y los estilizados planos-secuencia se fusionan con personajes complejos y oscuros que viven al límite, creando clásicos instantáneos que complementan una filmografía fascinante. Licorice Pizza es el noveno largometraje de PTA, la inesperada comedia romántica que narra una historia de amor juvenil: Gary (Cooper Hoffman) es un chico de 15 años que se enamora de Alana (Alana Kane), diez años mayor. La película describe las complejidades de su relación, con las dudas y tribulaciones de vidas que comienzan; la acción se desarrolla en el Valle de San Fernando en los años setenta, la época y lugar predilectos del director. Si Boogie Nights (1997) era la sordidez de la industria del porno, Magnolia (1999) abordaba el destino fortuito, There will be blood (2007) era una alegoría sobre la codicia y The Master (2012) funcionaba como un cuento macabro sobre el alcoholismo y la manipulación, sorprende que Licorice Pizza represente una versión mucho más optimista sobre el amor y la nostalgia, donde los personajes deambulan ávidos de vivir experiencias nuevas. Gary y Alana son filmados con dulzura por la cámara de Anderson y de su director de fotografía Michael Bauman, con un manejo de la luz que en estética es un homenaje al cine de los años setenta. La cinta, paralelamente desarrolla una sátira a la industria de Hollywood, con un par de personajes secundarios en la piel de Sean Penn y Bradley Cooper, amenazantes y divertidos que parecen interpretarse a sí mismos. Licorice Pizza encanta por la honestidad del guion y la elegancia de cada plano de PTA, quien deja de lado esta vez a los personajes solitarios e infelices para adentrarse en una nostalgia setentera repleta de luz, amor y juventud, obteniendo de sus protagonistas actuaciones insuperables desde el primer minuto de metraje.

Drive My Car; Ryusuke Hamaguchi
Nominada a Mejor Película, Mejor Guion Adaptado, Mejor Director y Mejor Película Extranjera

Creo en los largometrajes que vienen a nuestra vida cada determinado tiempo, en uno muy preciso. Es una conexión que va más allá de un estreno, un homenaje, una retrospectiva. El cine tiende a tener una conexión espiritual con quienes habitan sus historias, en este caso los espectadores: llegan de la realidad, que nace del pesimismo, porque como la filosofía apunta: no podemos ser felices, sino abundantes. Se consigue a partir de una serie de esfuerzos interiores de nuestra persona. En medio de esta tarea terapéutica (por buscar el término más certero), el acompañamiento de alguien ajeno nos hace tener un poco de paz, la creencia de que estaremos en un estado cómodo. Precisamente en esto último es que los personajes de Drive My Car, de Ryusuke Hamaguchi, coexisten: un matrimonio es un universo creado, los esposos tienen una historia detrás, pasiones escondidas y expuestas, dolor provocado por la cotidianidad; al juntar todo ello hay una responsabilidad, un compromiso. ¿Cómo se dicen las palabras que no son reales? Y si lo son: ¿cómo saberlas apartar de una pasión? Hay una secuencia en específico que engloba el melodrama de Hamaguchi y que lo hace distinto al literario de Haruki Murakami: un esposo creyente de la monogamia sale por un compromiso de trabajo, —el destino sabe que tiene que abrir los ojos—, regresa al punto de encuentros íntimos y ve que su más grande amor está en los brazos y en el placer de alguien desconocido. El estilo de Hamaguchi es visible: los planos cerrados revelan el sentir de los personajes sin caer en dramatismos, un director nítido en la manera de acaparar la brecha entre ficción y el partícipe de ella. Drive My Car es una historia de fantasmas (como la mayoría de las anécdotas de amor): los amantes se conocen y desconocen. Se aman, se habitan, pero muchas veces no se comprenden. Duermen en la misma cama con el corazón revuelto: ¿qué son?, ¿merecen ser creadores de un adiós o un comienzo nuevo? La respuesta está en explorar las cosas más pequeñas de nuestro contexto.

La peor persona del mundo; Joachim Trier
Nominada a Mejor Película Extranjera y Mejor Guion Original

Bajo la certera dirección del noruego Joaquim Trier, La peor persona del mundo cuenta con dos merecidas nominaciones para los premios Óscar; la primera a Mejor película internacional y la segunda como Mejor guion original, escrito por él mismo. El filme, que forma parte de la trilogía de Oslo junto con las cintas Reprise (2006) y Oslo, 31 de agosto (2011), nos presenta una historia cotidiana y cercana al espectador, debido a su frescura y a la sencillez con la que nos muestra los cuestionamientos, inestabilidades y dudas que sufre Julie (Renate Reinsve), la protagonista, al tomar decisiones sobre su propia vida. Podemos verla insegura, cambiar de opinión una y otra vez o simplemente abandonar algo por lo que había luchado anteriormente. Tenemos por lo tanto a un personaje de carne y hueso, vulnerable, simpático, a veces egoísta, y lejos de la perfección que ciertas comedias románticas acostumbran presentar. Las numerosas elipsis en el argumento nos permiten acompañar a Julie a lo largo de los años, mientras intenta conocerse y encontrarse a sí misma y, por supuesto, al amor, siendo este último el tema primordial de una historia que consigue la identificación inmediata con la audiencia, al abordar una problemática común en la juventud, que a veces extravía el paso por hallarlo, al tiempo que se ve juzgada por su mismo entorno social. Por otra parte, el manejo ligero del drama y el sentido del humor con que Trier aborda las situaciones hacen del visionado de la película una experiencia divertida y a la vez enriquecedora, en la que se hace especial hincapié en la importancia de disfrutar cada minuto de la vida, dando lo mejor de uno mismo, sin por ello pretender ser “las mejores personas del mundo”.  

Don’t Look Up; Adam McKay
Nominada a Mejor Película, Mejor Guion Original y Mejor Banda Sonora

Seguramente no sea mi opción favorita ni la de nadie, pero hay que reconocer que se trata de un sombrerazo. El hecho de que la tierra pueda morir sepultada por un grandísimo meteorito es algo creíble. Les pasó a los dinosaurios pero estos no tenían satélites para saberlo. Ni canales de televisión para montar un escándalo. Ni científicos para hacer de ellos un trapo de la fama. Ni negacionistas. Ni toda una red internacional de opinionismo absurdo sobre la totalidad de la materia existente. Ni un presidente con una mariposa tatuada encima del culo que se pasa el día increpando a los comunistas de baja estopa con sus peroratas racistas sobre la supremacía del hombre rico. Ni periodistas que lo blanqueen todo aún más. Los dinosaurios tenían sus cosas -huesos muy anchos, velocidad increible, brazos cortísimos, palmeras en un río sin contaminar, sol y lluvia en plan normal, uñas durísimas, y no sé, un ecosistema equilibrado- pero nosotros no nos quedamos cortos. De hecho, lo que seguro que no tenían los dinosaurios era a un Leonardo DiCaprio. Y muchísimo menos a una Jennifer Lawrence. Cámaras para grabarlo. Pantallas de cine para mostrarlo. Palomitas que te has traído de casa para ahorrar pero al final te salen caras porque se te ha quedado un trozo de maiz pegado que te va a provocar una caries y últimamente los dentistas piden mucho dinero (casi lo mismo que pide el Borussia Dortmund por Haaland). En definitiva, los dinosaurios murieron felices, pero seguramente estaban poco entretenidos. Porque ser un dinosaurio está bien, pero yo estoy mejor en mi sofá esperando a que arda el mundo.

Fue la mano De Dios; Paolo Sorrentino
Nominada a Mejor Película Extranjera

Cuando se pensaba que Paolo Sorrentino ya lo había dicho todo con La grande belleza (2013), el realizador napolitano se embarcó en Fue la mano de Dios (2021) para reconstruir un episodio decisivo en su adolescencia: el día en que Diego Armando Maradona le salvó la vida. Mirando en perspectiva, aquella reverencia genuina hacia el astro argentino de pelo ensortijado y muslos prominentes en la ceremonia del Oscar de 2014 no fue un guiño cualquiera. El haber enunciado el nombre del Diego a la par del de Federico Fellini y Martin Scorsese fue una declaración de intenciones que cobraría su dimensión real varios años después, con el primer ejercicio autobiográfico de toda su obra fílmica. Buena parte del primer tramo de la cinta busca reconstruir ese ambiente de tensión y expectación absoluta ante la posible llegada de Maradona a Nápoles. Y, al mismo tiempo, también se propone transmitir ese aire de resignación colectiva ante una derrota que parecía inminente y que, como casi todas las derrotas que ha sufrido la ciudad en toda su historia —el dominio extranjero, la inalterabilidad de su condición marginal dentro de la bota, la furia del Vesubio, el estigma de la Camorra—, amenazaba con ser irreversible. El arribo del Diego no sólo representa la posibilidad histórica de liberarse del yugo impuesto por los equipos del norte, sino también una segunda oportunidad para Fabbieto, el Sorrentino joven, quien renuncia a vacacionar en la estación de esquí de Roccaroso para presenciar en directo el debut de Maradona en San Paolo. El fatídico destino de sus padres los condena a morir intoxicados por monóxido de carbono dentro de una cabaña. Cuando el tío Alfredo increpa a Fabietto en el funeral por no haber viajado con ellos, éste le dice que el Napoli jugaba de local: tenía que ver a Maradona.

—¡Él fue el que te salvó!
—¿Quién?
—¡Fue él! ¡Fue la mano de Dios!

El callejón de las Almas Perdidas; Guillermo del Toro
Nominada a Mejor Película, Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Producción y Mejor Diseño de Vestuario

El Callejón de las Almas Perdidas, de Guillermo del Toro, es una segunda adaptación cinematográfica basada en una novela de 1946 que estudia las profundidades del mundo del espectáculo. Si bien este thriller psicológico cruzado con el suspenso es diferente a los anteriores trabajos del director, no deja de tener el sello autoral. Considerado neo-noir, se adentra en un ambiente de la primera mitad del siglo XX y retrata dos partes de la sociedad de la posguerra. En la primera parte de la película está el mundo circense muy rojo y oscuro con carnavales y fenómenos, sobre todo uno muy particular: el hombre que se come un pollo vivo que recuerda, un poco, a Saturno devorando a su hijo.  Las muestras de magia, la clarividencia y el mentalismo dejarán a Stanton Carlisle maravillado. Así, una pasión sin límite lo adentrará hasta el grado más siniestro de la ambición. En la segunda parte se retrata la élite neoyorkina, resaltando los colores beiges y dorados en la fotografía. La escenografía es apegada al Art déco y los vestuarios son muy precisos para la época; el mentalismo se refleja en cada detalle y fetiche. La mentira en masas une a Stan con Lilith Riitter, una psiquiatra que irá un paso adelante sin demostrarlo. Estos dos van por la mayor mercancía: Ezra Grindle, un hombre con un monstruo interno segado por los bienes materiales y la perversidad, cuya consciencia lo atormenta. Él busca las mentiras para aliviarse y ser perdonado. En un dialogo revelador, Lilith sentencia: “no engañas a nadie, se engañan ellos mismos”.

Cruella; Craig Guillespie
Nominada a Mejor Diseño de Vestuario y Mejor Maquillaje

En general los live action de Disney me parecen malos, trampas de nostalgia para llevar un producto que no ofrece nada nuevo, sin el encanto de las originales y sanitizadas a las necesidades de la corrección política. Y llegó Cruella. A diferencia de sus predecesoras, Cruella corre riesgos, construye una historia donde se ofrece el rostro humano de una antagonista icónica. Con la tendencia de los Oscares hacia popularizarse, ampliando la categoría de Mejor Película al doble de nominados y considerando incluir una categoría de película más popular, me sorprendió que Cruella no fuera incluida. Además de merecerlo por ser una de las mejores cintas del año, habría ayudado con este nuevo propósito de la academia de llegar a consumidores jóvenes, más que en ser un premio honesto. Los Oscares son un buen reflejo de la industria y la sociedad que se supone premian: conservadores, enfocados en el negocio rápido y muchas veces reconociendo las cosas que deben a las que se merecen la estatuilla cada año. En el vestuario, donde no había margen de error y siendo el parámetro con el que sería juzgada, Cruella logró una ejecución perfecta: al final ella es una diseñadora y esta es una fashion movie. Entrelazando el arco del personaje, con su desarrollo como diseñadora, la pelicula superpone un soundtrack perfectamente calculado para viajar desde la génesis del rock británico, el mundo andrógino y cosmopolita de Londres en los sesenta, hasta el sentimiento de hartazgo iconoclasta del punk-rock. La música y la moda nos transportan al descenso a la locura y venganza con el que queda construida el mejor tipo de villana: una mujer dura, de humor negro y crudo; imperfecta y humana. La academia nominó a Cruella en las dos categorías que simplemente no había manera de evitarlo: Mejor Maquillaje y Mejor diseño de Vestuario. No sé si gane, pero Cruella hizo lo mas difícil que puede hacer toda obra que emana desde un material ya existente: con cierta perfección simbólica, reinventa el clásico que la crea.

CODA; Sian Heder
Nominada a Mejor Película, Mejor Guión Adaptado y Mejor Actor de Reparto.

CODA es un largometraje que busca representar, de alguna manera, a la comunidad sorda, pero sostenido por una narrativa que se propone una cosa en particular: tangibilizar los sueños. En ese contexto se presenta Ruby Rossi (Emilia Jones), la única miembro oyente de su familia (sus padres y hermano mayor son sordos de nacimiento), por lo que funge como su intérprete con el mundo exterior. Ruby vive entre dos mundos, lo que la obliga a vivir una crisis existencial sobre lo que debe hacer y su deber ser. Este coming age deambula entre diversas tramas, siendo el melodrama y los problemas familiares los que cobran fuerza. Ante esto Rubby encuentra en la música su razón para vivir, y con ayuda de su profesor de coro, Bernardo Villalobos (Eugenio Derbez), luchará por perseguir sus sueños. Este remake del filme La familia Bélier no logra resolver los distintos conflictos que se presentan a lo largo de toda la historia, pero aportan a la trama ciertas discusiones sobre el rechazo social, la vida escolar, los problemas financieros de una familia y la superación personal. Con escenas que sobrepasan el humor y podrían parecer fuera de línea, rompen la atmósfera de la historia. La película hizo historia al tener en su reparto personas no oyentes, como Troy Kotsur (Frank Rossi), Daniel Durant (Leo Rossi) y Marlee Matlin (Jacki Rossi), dejando actuaciones que resultan inolvidables. Por todo lo anteriormente descrito, este filme reescrito y dirigido por Sian Heder demuestra que la unión familiar es el báculo más poderoso para aferrarse a un sueño. 

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