Muchas horas de fútbol le dieron música a mi corazón, llenaron de goles mi tiempo y la vida me dio un pretexto para juntar a mis amigos con un solo objetivo: la felicidad.
Euro 88: memoria en juego

Nací un lunes.
Muchas horas de fútbol le dieron música a mi corazón, llenaron de goles mi tiempo y la vida me dio un pretexto para juntar a mis amigos con un solo objetivo: la felicidad.
Al volante no siempre podrá hacer feliz a todo el mundo, pero podrá dirigir su destino, en taxi o en la cancha, para poder hacer feliz a los suyos.
Me quedé despierto, preguntándome por qué se fue, en dónde se pone todo esto que dejó y si ese raro objeto llamado ‘destino’ me tenía algo a sólo una cuadra de mi vida.
El camino que uno recorre no depende de los propios deseos. A veces existen circunstancias que debemos sortear mientras lo hacemos. Incluso, dar la vuelta y recomenzar el camino. No está prohibido, siempre hay una siguiente salida.
Los minutos no duran tanto, cada kilómetro se hace más largo, me siento agotado y mi cartera, siempre, amanece vacía.
¿Por qué busco ser autoindulgente a través de la música? Buscarlo de forma consciente; querer problemas gratis. Acelerar para sentir, sentirse.
El primer gol, el primer amor, el primer beso, el primer concierto. El día que dejé de usar camiseta interior o cambié mis zapatos de goma por mocasines (terrible error). Y el día que me enamoré de Fermina Daza.
Nadie, jamás, querrá recordarte.
La nostalgia es engañosa, nos puede llevar a un estado de insatisfacción continua.
No he visto en los cuarenta y nueve mayos que he pasado en este planeta, ningún concierto que alcanzara la pasión que viví aquel día.
Aquel domingo de primavera, cumpliendo las profecías de Serrat y Benedetti (El sur también existe), los jóvenes comandados por Diego recibían en casa al último batallón que podía detenerlos.
Crecí en un mundo amenazado por el fantasma de un holocausto nuclear
El caos invernal. La antesala del infierno. Un cero a cero entre aspirantes al descenso.
Mi vida me refería a un solo momento de existencia.
Tiempo que Massimo no desperdicia y procura llenarlo de recuerdos y palabras, siempre cubiertas de un cálido sol mediterráneo.
Era un Tsuru, de Nissan, que a juzgar por la atmósfera conoció mejores tiempos.
Al llegar a mi destino, no quise (no me atreví) preguntar que fue lo que le “faltó” a su papá para dar “el salto a las (ligas) mayores”.
La vida corre por un lado y, a veces, yo camino por el otro.
Su tesoro, los libros, estaban ahí, en el estudio, el lugar dónde murió, en la misma posición, como los había dejado.
Hallar, encontrar, descubrir la obra de un autor es jalar la punta de una madeja de estambre.