Te ves hermosa y radiante, llevas un jardín en tu cabeza y quisiera que hoy todas las flores te vieran.
Una casa sin ti


Te ves hermosa y radiante, llevas un jardín en tu cabeza y quisiera que hoy todas las flores te vieran.

La lluvia se disfrutaba, tenía ese toque de romance; ahora, sólo es un caos en las ciudades, porque hace que la mierda flote de las coladeras.

Burroughs, Ícono de la generación beat, escribió una de las más grandes obras del siglo XX: Naked Lunch.

Yo, mi mayor desastre y mi mayor alegría.

Cruzábamos miradas sin la mínima intención de culpabilizarnos por un deseo latente y presionar con fuerza y poca vergüenza el botón de play.

La distancia es norma mientras la ironía se hace verdad. Ahora más que nunca es difícil ver más allá del día siguiente.

Alcancé a decirte que te quería, creo, no recuerdo. Tampoco recuerdo que me hubieras escuchado.

Tenía los ojos como el cristal. Había visto aquella mirada en otros tiempos y en otros lugares.

Pensando, me percato que el lugar que habito, ese cuarto inmaculado, tiene sólo una puerta, que funge como entrada y salida al mismo tiempo. Por ahora, resulta imposible salir.

Los romanos utilizaban la arcilla para hacer las primeras inscripciones; China diseñó el primer sistema de imprenta, utilizando papel de arroz.

Huyendo, corriendo, yendo tras de alguien o algo, tenemos más probabilidades de encontrarnos.

Las sábanas en guerra, sed, un jadeo, la piel erizada, la seda empapada, una fuente que emana saliva.

Por dentro estoy gritando, estoy ardiendo, quisiera quemarlo todo. La amenaza ya no es imaginaria, es real.

No se puede mentir a los que no nos importan si no somos incapaces de mentir a los que sí importan.

Tomé el cuchillo que había en la mesa con el que corté la naranja y comencé a atacar al primero. Todo estaba tan oscuro, y todos se movían tan rápido que solo recuerdo algunos flashes del suceso. Los gritos, la sensación de la sangre tibia en mis manos, el placer de insertarlos.

Parón obligatorio. No hay balón. Seguirán en pie, vetustos, los estadios; el escudo soporta vendavales, la televisión continua encendida y la camiseta se muestra, orgullosa, en casa.

Con sol o sin él, con agua o sequía. Aunque te echen mierda que ni de abono sirve, sigues siendo fuente de oxígeno para muchos, aunque nadie te sepan ni cantar.

Quise que durara por siempre, pero verla bailar, su cabello largo, su vestido, era ver una cortina que se movía con el viento.

Lo bueno es que han vuelto mis ganas de vivir. No las trajo él, ni nadie; las cargo yo. Quizás las trajo la primavera o quizás el sol.

¿Cómo evitar sentirnos egoístas por pensar más en nosotros mismos, y no estar, como según dicen, pensando en una posible solución colectiva?